El Antiguo Faro de Garrucha

 El Faro de Garrucha apaga su Luz después a 140 años de funcionamiento.

La linterna del Faro de Garrucha comenzó a dar su luz a los navegantes el 28 de noviembre de 1881. Esta señal luminosa sustituyó, a su vez, a la que había en Villaricos, de la que heredó no solo la linterna, sino otros materiales útiles, según relata el farero Mario Sanz Cruz en su libro Faros de Almería. El proyecto del faro de Garrucha lo realizó el ingeniero Ricardo Sáez, y las obras las llevó a cabo el contratista Ramón Muley.En el período de tiempo que duraron los trabajos de construcción, la señal luminosa estuvo instalada provisionalmente en el Castillo de Jesús Nazareno (perteneciente entonces al municipio de Mojácar, pero actualmente, al de Garrucha), donde estuvo operativa entre el 1 de noviembre de 1880 y el 28 de noviembre de 1881, día en el que entró en funcionamiento el faro de «quinto orden» de Garrucha, de acuerdo con los datos recopilados por Mario Sanz.

El Faro de Garrucha (Almería) «apagaría su luz», el 22 Septiembre 2021, casi 140 años después de su puesta en servicio. Será sustituido y sus funciones asumidas por el «flamante faro» que se ubica en el municipio vecino de Mojácar, que entrará en funcionamiento ese mismo día. El edificio del faro, tal como lo define Sanz Cruz, es cúbico y sencillo, de una planta y azotea plana, con una torre cilíndrica semi empotrada en la fachada trasera. En sus inicios, el faro garruchero se puede decir que fue una réplica del de Villaricos, ya que tenía el mismo aparato y la linterna de la casa francesa Sautter, con su característica de luz blanca fija y 9 millas de alcance.

El combustible que se utilizó para su lámpara Maris de una mecha fue parafina de Escocia, y posteriormente petróleo. En 1925 se conectó a la red eléctrica.El autor de ‘Faros de Almería’ dice que no se sabe quién fue el torrero que inauguró la luz del Faro de Garrucha en noviembre de 1881, “sólo sabemos que era el mismo que estaba en Villaricos cuando el faro dejó de funcionar” y que el último torrero de ese faro del que hay referencias fue José María Macías. Por el contrario, sí se sabe quién ha sido el último farero que encienda y apague la luz del Faro de Garrucha del 22 de septiembre. Será el mismo que asumirá la responsabilidad de encender y mantener la luz del nuevo faro de Mojácar, desde su centro de trabajo en el vecino faro de Mesa Roldán. 

Nuevo Faro.
Nuevo Faro.
Nuevo Faro.

El desarrollo urbanístico lastró su funcionalidad y será sustituido por otro situado en el municipio vecino de Mojácar En una nota, la Autoridad Portuaria de Almería (APA), que gestiona el faro de Garrucha, ha informado de que ha decidido sustituirlo a la vista de que, con el paso de los años, se ha convertido en un faro «plenamente urbano», rodeado por edificaciones, lo que, unido a la corta altura de su torre y a la poca elevación del terreno sobre el que se levanta, hace que sus señales luminosas sean cada vez menos visibles desde el mar. Pero con el apagado de la linterna, el faro de Garrucha no desaparecerá. La intención de la Autoridad Portuaria es mantener el histórico edificio y su antigua torre, que se destinarán a otros usos aún por definir.

Con este objetivo, la APA y el Ayuntamiento garruchero estudian posibles alternativas de uso, tanto para la torre y el edificio que albergan el faro, como para la parcela anexa.

Fuente: Autor y Faros de Almeria y prensa local.

Fotos: J.Berenguel.

Cortijos y Lagares propios de la Sierra de los Filabres

 El actual Paisaje Cultural que se presenta en gran parte de la Sierra de Filabres es el reflejo de un largo proceso histórico, que ha conservado claramente las huellas de sus orígenes medievales (andalusíes) tanto en su agricultura, como en su arquitectura y formas de asentarse en el territorio. Este paisaje, en la actualidad, se ha conservado en muchos municipios de esta sierra y alrededores aún en la actualidad, de un buen número de construcciones que emplean la pizarra tanto en las cubiertas de viviendas, como en las de cortijos o corrales tradicionales, haciendo de las mismas un elemento claramente diferenciador de este paisaje. Este paisaje está formado por elementos que, aún en la actualidad y aunque hayan evolucionado, tienen la capacidad de revelar una auténtica cultura del territorio, basada en asentamientos de montaña, en un medio fuertemente condicionado tanto por su clima como por su relieve, que limitan la agricultura. El saber transmitido por sus habitantes a lo largo de la historia, ha permitido “adecuar” su territorio para el aprovechamiento de los recursos, por medio de: El aterrazamiento de sus laderas, la búsqueda y conducción del agua, El emplazamiento de cortijadas y cortijos en lugares relacionados estrechamente con la agricultura ligada al agua. Los corrales y la ubicación de los palomares, son otra evidencia más del esfuerzo por aprovechar medios para la compleja y dificultosa colonización de esta sierra, en la que, incluso para transitarla, se construían caminos o veredas en zigzag escalonando el terreno para facilitar el paso de personas y animales de carga, Incluso la vegetación cultivada, tan importantes para la alimentación animal, los pastos y el esparto, son una muestra más de toda una concepción de la interrelación entre el hombre y el medio para el aprovechamiento que del mismo. 

A esta auténtica arquitectura del territorio hay que unir los valores propiamente estéticos de la geografía de esta sierra: Crestones cuarcíticos y afloramientos de pizarras dominando las cumbres, en muchos casos próximos a las oblaciones, como escenario visual de la cabecera de los barrancos. Perspectivas más abiertas a través de las vegas, fuertes contrastes entre periodos secos y lluviosos en los que tanto el reverdecer de las vegas como el inmediato aprovechamiento del agua, a partir de su discurrir por balsas, acequias y bancales hace más comprensible este paisaje. La técnica constructiva: los muros de carga eran de algo menos de un metro de ancho, y con espacios entre muros de carga algo menores de cuatro metros. Los muros normalmente asientan sobre la roca, a la que se llega sin ahondar casi nada en el terreno. Los forjados y las cubiertas se construían con rollizos de madera de muro a muro, una capa de cañizo (incluso a veces sin él) y, a continuación, directamente el alero de pizarra colocado de manera tradicional. Para la construcción de dinteles igualmente se servían de rollizos de madera que permiten la apertura de huecos para puertas y ventanas. La característica constructiva más peculiar de la Sierra de Filabres es, sin duda, el uso de lajas de pizarra en las cubiertas, conocidas aquí como aleros. Se utilizaban varias técnicas: una de ellas es la colocación, directamente sobre las vigas de madera, de las lajas de pizarra; otra, la que coloca cañizo y sobre éste, barro para, posteriormente, dar asiento a las lajas de pizarra. Hay cubiertas de una o dos vertientes. No obstante, la solución más habitual es la de una vertiente, ya que cuando aparecen más faldones en un mismo edificio, en realidad se trata de una construcción adosada. La colocación de las losas en las cubiertas es compleja, y por ello ha dependido de un gran conocimiento y buen oficio por parte de albañiles especializados en esta técnica, hoy ya jubilados. Los aleros se colocaban formando faldones con dos caídas o corrientes. Una de ellas, al igual que en el resto de cubiertas inclinadas, es la que proviene desde la parte superior del faldón hasta la parte inferior. La otra, que inclina el faldón hacia uno de los laterales, vierte desde una de las esquinas superiores del propio faldón, en diagonal, hacia el lado opuesto inferior, La finalidad era conseguir que el solapamiento de las lajas fuese el más adecuado e impedir así la entrada del agua. Todo ello, hacía del proceso constructivo un trabajo complejo donde la experiencia y pericia del albañil garantizaba la efectividad de dicha solución. Según descripciones de Gil Albarracín (1992), la inclinación en las pendientes por ejemplo es del 20% en Olula de Castro y 25% en Senés. En las viviendas, sobre estas cubiertas se ubicaban chimeneas cuadradas o cilíndricas, caracterizadas por su robustez. Los aleros, o bordes de la cubierta que sobresalen sobre la fachada, merecen mención, puesto que se construyen con el mismo material, aunque con lajas más finas, precisando de una colocación que posibilite un remate con líneas rectas, paralelas a la fachada. En las fachadas se abrían pocos huecos para puertas y ventanas, como adaptación al clima. Los muros exteriormente no se enlucían, ni se encalaban hasta entrado el siglo XX. A lo sumo se pintaban los cercos de yeso de las puertas y ventanas, las llamadas brencas.

Las Eras: Espacios para la trilla de cereales y leguminosas, aparecen ligadas a otros elementos arquitectónicos tales como los cortijos, zonas de bancales o en las proximidades de los núcleos urbanos. Son construcciones que adecuan el terreno, realizando un desmonte para aplanarlo, al igual que las terrazas de cultivo, con un balate o muro de refuerzo, de forma redonda. El “ruedo” está solado con grandes lajas de pizarra, en disposición radial, denominándose el espacio entre los radios “cuadros” o “paños”. La parte superior del ruedo suele disponer de otro murete de refuerzo del terreno inmediato que se sitúa por encima.

Los Corrales: Se trata de otro tipo de construcción tradicional ligado directamente al ámbito ganadero. Es una de las construcciones más representativa de la arquitectura de la Sierra de Filabres. Suele aparecer relacionada con cortijos o cortijadas, o aislada y, ocasionalmente, en el interior de los pueblos, vinculadas a viviendas. Consiste básicamente en una construcción de planta rectangular cubierta con alero de pizarra, popularmente llamada “tiná” (tinada), y un murete perimetral que configura un patio descubierto. La “tiná” es la zona de cobijo del ganado, además de zona de comida y bebederos principalmente. La zona abierta será la zona de esparcimiento del ganado. Todo el volumen está construido con murete de lajas de pizarra y cubierta tradicional de alero, y se sitúa siempre en un terreno con pendiente, en la dirección de evacuación del agua, ya que el muro de la cota más baja cuenta con unos orificios lo suficientemente grandes como para permitir la salida de todos los restos arrastrados por el agua de lluvia, facilitando así su limpieza. Suelen ser de un solo patio y “tiná”, aunque en ocasiones aparecen divididos por un murete central que da lugar a dos corrales independientes, adosados en una de sus caras.

Fuente de información. – Arquitectura Rural Eugenio Cifuentes Vélez y autores.
Fotos.– Administradores de Patrimonio Almeriense Pueblo a Pueblo.

Lavaderos de Fluorita de El Segundo

 Cuando visitas el Área recreativa de Castala, si miras hacia de la montaña repoblada de pinos, se ve una gigantesca e inquietante montaña de escombros grisáceos, son los últimos vestigios de la mítica y milenaria Minería de la Sierra de Gádor. Explotado ya por Cartagineses y Romanos (recientemente se ha descubierto en Dalías un gran poblado minero cartaginés), el plomo de la Sierra de Gádor comenzó a ser conocido en el panorama industrial español a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, cuando la Corona reclamó la administración directa de las minas y fundiciones del Reino de Granada. Como ejemplo de esta época nos ha quedado la Real Fábrica de Alcora, en Canjáyar, en un sorprendentemente buen estado de conservación. Sin embargo, es a partir de 1825 cuando tiene lugar la eclosión de la minería alpujarreña, a raíz de la Ley de Minas que acaba con el monopolio y liberaliza el sector. Por doquier se registraron concesiones y se abrieron pozos, disparándose la producción. La irrupción del plomo almeriense literalmente arruinó la minería de Alemania y Francia, si bien la metalurgia inicialmente se limitaba a los artesanales “boliches”, ineficientes energéticamente y esquilmadores de grandes superficies de matorral. 

Las condiciones de la Sierra de Gádor eran idóneas para la minería, además de por la riqueza de metal, por la virtual ausencia de agua subterránea (la mayor enemiga de las explotaciones) y por la dureza de la roca en la que se encaja el mineral, que hace innecesaria la entibación (apuntalamiento de galerías con maderas). Hasta el final de la “edad de oro”, ya en la segunda mitad del XIX, el flujo de capitales generado fue ingente, propiciando el florecimiento de una burguesía local que acabó convirtiéndose en terrateniente. Esa herencia económica enlazará con el siguiente ciclo exportador almeriense, el de la uva, mientras que la herencia tecnológica y social dará el salto al otro extremo de la provincia, la Sierra Almagrera, en Cuevas del Almanzora. Paralelamente, los mineros alpujarreños hubieron de emigrar a la nueva tierra de promisión, llevando con ellos su cultura y costumbres. Durante los años de apogeo el epicentro de la minería alpujarreña fueron las cumbres más altas de la Sierra de Gádor, donde coinciden los términos municipales de Laujar, Fondón, Berja y Dalías, y en especial la universalmente conocida Loma del Sueño, de proverbial riqueza plumbífera. Con el paso de los años el epicentro fue desplazándose hacia el este, llegando hasta Benahadux y Gádor y sus ricas minas de azufre.

Es precisamente en el entorno de Berja donde nos vamos a centrar. Conviene antes señalar las peculiaridades del patrimonio industrial de este distrito minero, que viene condicionado por dos factores: su carácter relativamente pionero y la preponderancia del plomo. Por un lado, al remontarse el apogeo del distrito a los primeros compases del siglo XIX, los restos que han perdurado son más escasos que en otras comarcas que vivieron su esplendor mucho después. Por otro, el mayor valor unitario del mineral de plomo respecto a otros como el hierro no exige la construcción de complejos dispositivos e instalaciones para reducir el coste unitario de su transporte (ferrocarriles, cables aéreos, tolvas, embarcaderos, etc…), quedando así limitada la riqueza y variedad del patrimonio. En consecuencia, lo que nos encontraremos en la parte Occidental de la Sierra de Gádor, más allá de innumerables pozos y escombreras, serán unos pocos restos de antiguas fundiciones. Además, claro está, del soberbio complejo de las minas y Lavadero de Flotación de Fluorita de El Segundo, que representa el último intento de resucitar la antigua minería alpujarreña, entre 1958 y finales de los 70. Podemos iniciar la ruta en Berja, capital de la Alpujarra almeriense, que atesora en su casco urbano numerosas casas señoriales de la burguesía minera. En las afueras, saliendo del pueblo en dirección a Laujar, encontramos la chimenea circular de la fundición “Buenos Aires”, bastante deteriorada. Retrocedemos hacia el centro del pueblo y tomamos la carretera que nos lleva a Castala. Si la minería alpujarreña cedió el testigo a la cuevana en la segunda mitad del siglo XIX, sería una empresa estrechamente vinculada a la mítica minería del plomo y la plata en Cuevas del Almanzora la que insuflaría los últimos ánimos al histórico distrito virgitano, ya en la segunda mitad del siglo XX. La decadencia que siguió a la época dorada de la minería gadorense fue muy prolongada, pero su actividad nunca llegó a paralizarse del todo. A finales del XIX, a la vez que se descubría mineral de azogue (mercurio) en Castala, se llegó incluso a registrar la concesión para un ferrocarril entre la Loma del Sueño y el puerto de Adra. Tampoco quedaría el distrito al margen de la entrada de capitales foráneos. Así, en 1913, se constituyó en Bélgica con 300.000 francos de capital la Societè Austro Belge, para explotar las minas de plomo Reunión de Santa Catalina y otras. Sin embargo, ninguno de los intentos llegaría a cuajar, hasta que en 1955 el Estado encomienda al Instituto Nacional de Industria (I.N.I.), a través de su empresa Minas de Almagrera S.A. (M.A.S.A.) el “beneficio racional de las antiguas escombreras”, una vez que se había puesto de manifiesto la extraordinaria riqueza en fluorita de la ganga. El momento es muy significativo, y coincide con la revitalización de las Minas de Oro de Rodalquilar. M.A.S.A. había sido constituida en 1945 como sociedad mixta, participada por el I.N.I. Con una nueva técnica se pensaba que se podría rentabilizar ahora la explotación de las viejas escombreras. Junto a M.A.S.A., que quedó inicialmente a cargo del plomo, llegó también la empresa mixta M.I.N.E.R.S.A., que se especializaría en la fluorita. En la práctica ambas se repartieron el trabajo y los productos resultantes. El Lavadero de El Segundo no es otra cosa que una “Planta de Medios Densos WENCO”, con la finalidad de aumentar la concentración del mineral, antes de ser transportado a la fundición, esta ya fuera de Almería. A grandes rasgos, el proceso consiste en recibir el mineral en bruto a través de una tolva, triturarlo y separarlo por densidades, centrifugarlo y finalmente someterlo a la acción de fuertes reactivos químicos. Las fantasmales ruínas que contemplamos ahora no corresponden a un tiempo tan lejano como cabría pensar por su lamentable estado. La actividad no cesó definitivamente hasta 1980, pero hasta mediados de los noventa, en que se decidió derribar los edificios y vender como chatarra los elementos metálicos, eran perfectamente distinguibles todas las instalaciones. Tan sólo las balsas y las pequeñas tolvas de su interior se conservan intactas. 

Otras Balsas

Al parecer, existe un proyecto de rehabilitación de las antiguas viviendas. Mientras tanto, sólo los queda admirarnos de la gigantesca montaña de escombros de mineral estéril, generada durante décadas de explotación.

En lo alto del complejo hay una pequeña planicie. Se trata de la rotonda desde donde los camiones vertían el mineral bruto en la tolva.

 El pequeño foso no es otra cosa que la báscula por la que antes debían pasar.

Siguiendo el camino de vuelta de los camiones encontramos las enormes cocheras y talleres. 

Aseos
Antiguo Surtidor
Depósitos de Gasoil

Más arriba hay una elegante chimenea rectangular. Son los últimos restos de una fundición de plomo decimonónica.

Al otro lado del pequeño barranco vemos una extensa área totalmente despojada de vegetación. Probablemente se trate de la primera balsa de almacenamiento de los productos tóxicos generados en el proceso, cuya rotura en los años 60 pudo haber provocado una gran catástrofe ecológica. A raíz del incidente se decidió trasladar su emplazamiento hasta las faldas de la montaña, evitando el tremendo desnivel. Por medio de un canal los lodos bajaban hasta otras balsas habilitadas en Castala. Se solventó un riesgo, pero se asumió otro. La gran riada de 1973 hizo que se desbordara la Rambla Julbina, junto a la que estaban situadas las balsas. En Berja se comenta que todas las fuentes del pueblo (con excepción de la de Alcaudique) están, a raíz de aquello, al límite de lo tolerable en cuanto al contenido de flúor, aunque debe tratarse de una leyenda urbana, pues los lodos no eran ricos en este mineral sino en otros aún más tóxicos, como amixaltato o yoduro sódico, que de haber llegado al agua de consumo humano hubieran causado daños incalculables. Hoy día se levantan invernaderos en los antiguos vertederos de lodos, justo al lado del Parque Periurbano.

También en diferentes puntos del complejo, encontramos varios pozos de gran profundidad, posiblemente respiraderos. 

En la inscripción genérica de 44 bienes inmuebles del Patrimonio Industrial relacionados con la minería de los siglos XIX y XX en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz (Resolución de la Consejería de Cultura de 7 de enero de 2004) se incluyen la Fundición Buenos Aires de Berja (inmueble nº 7), la Fundición de Castala  y la Loma del Sueño (nº 26), pero no el Lavadero de El Segundo ni el Pozo Lupión, a los que el expolio y el abandono conducen inevitablemente a quedar en un estado que impida su adecuada interpretación. Más recientemente, en abril de 2008, el Ayuntamiento de Berja anunció la conversión de los lavaderos de fluorita, de los que en la actualidad es titular, en “área recreativa turística”.

Fuente: Autor, Minas de Almeria-Mario López Martínez 

Torre del Peñón del Moro

 Hasta el siglo XIX gran parte del núcleo urbano de Alboloduy se concentraba en las laderas este y sur del Peñón del Moro. Aquí se localizan diversas cuevas excavadas en la roca, algunas de ellas actualmente cegadas, desde donde se comunicaba en ascenso con el castillo. Varias de estas cuevas se pueden observar a nuestro paso. 

Sin embargo, periódicamente, fruto de diversos procesos erosivos, rocas de diverso tamaño caían sobre las casas, provocando importantes daños materiales e, incluso, desgracias personales. Por ello a finales del siglo XIX se destinaron 100.000 pesetas de la época para construir una torre que contuviera los desprendimientos. 

Conocida como “La Chimenea”, la curiosa construcción, que estimula la curiosidad y desorienta a tantos visitantes, no es más que es una enorme torre maciza, troncopiramidal, de mampostería enfoscada. Unos metros más adelante, detrás de la torre, se ubica un interesante mirador sobre el río y el Peñón de la Reina, el enorme macizo situado al otro lado del mismo, donde se localiza el más importante yacimiento Neolítico de nuestra comarca.

Para seguir nuestro itinerario volveremos sobre nuestros pasos para tomar en descenso la sinuosa calle Cueva hasta llegar a la Plaza Vieja, posiblemente el antiguo zoco medieval. Igualmente, en la Calle Duque se ubica el Museo de Alboloduy, levantado sobre el solar que ocupaba la casa-palacio del Duque de Gor.


Santuario de la Virgen del Mar

 Los Reyes Católicos fundaron el Real Convento de Santo Domingo en 1492. El templo se construyó en el segundo cuarto del siglo XVI, en un período de transición entre el gótico tardío y el renacimiento. A comienzos del siglo XVIII se renovó el convento, llevándose a cabo la construcción del claustro, terminado en 1728, y años después, de la sacristía, terminada en 1764. Tras la aprobación del papa Pío VII, el 22 de agosto de 1806, el Ayuntamiento y el Cabildo ratifican que la Virgen del Mar se convierta en patrona de la ciudad.

Tras la desamortización de Mendizábal, en 1835, el convento se suprimió, pero la iglesia siguió su funcionamiento normal. No obstante, en 1841, el Ayuntamiento decidió cerrar el templo para usarlo como capilla del Colegio de Humanidades que estaba ubicado en el antiguo convento. Esta situación duró poco tiempo, pues en 1844 volvió a abrirse al público para venerar a la Virgen del Mar. En 1899, los dominicos regresaron a la ciudad y se les entregó el templo, a la vez que construyeron un nuevo convento junto al desamortizado.

Tras un incendio provocado en 1936, el templo fue restaurado de nuevo en 1940 bajo las directrices del arquitecto Guillermo Langle y la portada fue reconstruida por Pedro Bértiz García.

A pesar de que el templo es popularmente llamado «Basílica», no lo es realmente desde una perspectiva litúrgica, pues no ha sido declarada Basílica menor por la Santa Sede. 

El Santuario de la Santísima Virgen del Mar (Iglesia Conventual de Santo Domingo) se encuentra en la Plaza de la Virgen del Mar, a pocos minutos de la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol, de la Iglesia Parroquial de San Pedro y de la Iglesia Parroquial de San Sebastián, en la ciudad monumental de Almería, Andalucía.

Foto extraída de Wikipedia. 

El edificio es un templo concebido como iglesia de una comunidad religiosa que habitaba en un convento anexo. Presenta planta de cruz latina con tres naves en el brazo mayor, articuladas en tres tramos. La nave central es más ancha que las laterales, y se encuentra separada mediante pilares cruciformes con medias columnas adosadas que delimitan perfectamente tanto los tramos de la nave, como los de las adyacentes. Se cubre con bóveda de medio cañón, reforzada con arcos fajones, mientras las naves laterales lo hacen con bóveda de terceletes.

El crucero está formado por una sola nave transversal poco más estrecha que la central, pero mucho más ancha que las laterales. Se forma así un espacio casi cuadrado en el centro del templo inmediatamente delante de la capilla mayor, entre otros dos tramos, de forma rectangular acusada. El presbiterio, de planta trapezoidal, tiene un hueco en el centro que comunica con el camarín de la Virgen que le da nombre a la Basílica.

La sacristía y el resto de las dependencias se sitúan fuera del perímetro del templo, cerca de la cabecera por el lado de levante, con una entrada que se abre al crucero.

Al exterior, la fachada de los pies presenta en el centro una portada de cantería, que marca un hueco trilobulado en su parte superior. Ésta se completa con unos laterales en resalto y un piñón en el remate. La fachada de poniente es de construcción sencilla, en ella se abre la puerta lateral enmarcada por molduras. 

Fuente: Andalucía rústica y Wikipedia